Segundo personaje asiático-americano del que vamos a hablar en la izakaya durante el mes de mayo.
Una mujer con una vida interesantísima, que trabajó con todos los grandes de Hollywood y que sin embargo apenas se la cita en los manuales de historia del cine.
Y es que la historia de Anna May Wong está llena de imposiciones sociales, racismo y mistificación de “lo oriental”. Nacida en una humilde familia de chinos de segunda generación afincados en Los Ángeles, no estaba dispuesta a someterse al destino que su padre tenía en mente. Desde muy niña tenía bien claro que sería una artista de cine y al terminar el instituto se dedicó plenamente a su objetivo.
Pero ni los tiempos en los que vivió, ni las leyes estadounidenses le permitieron nunca desarrollar todo su potencial. Buscó una alternativa en Europa donde se la recibió como una gran estrella, pero donde tuvo que rodar las mismas temáticas que la habían llevado a marcharse de Norteamérica.
Quiso volver a conectar con sus raíces durante un viaje a China, pero con un país al borde de la invasión japonesa y la Segunda Guerra Mundial, tampoco encontró el ambiente propicio para poder desarrollar allí su carrera.
Conocedora de varios idiomas, con un gusto exquisito, impulsora de nuevas tendencias en la moda de su época, sin embargo no pudo quitarse nunca el estigma de los papeles de “dragon lady” que los estudios cinematográficos le adjudicaron y que ella tubo que aceptar aunque fuera a regañadientes.
A la definitiva una gran estrella a la que no le dieron la oportunidad de brillar como se merecía.
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